12/11/2019 11:08 am
Sergio R. Palacios
Mi ciudad es un ejemplo entre aquellas que les compete la pregunta. La Plata, nació de la planificación en 1882 y hoy es un perfecto modelo de ciudad “insostenible”. Con un crecimiento exponencial de su población rondando los 800 mil habitantes crece sin control de ningún tipo para sus cuatro costados y en su centro urbano la presión en cemento concentrado y demanda de servicios en un pequeño perímetro genera esos problemas de falta de sostenibilidad.
En la periferia y centro debes caminar al lado de un samurái para protección. Barrios sin agua; cortes de servicio eléctricos permanentes; tráfico vehicular imposible, donde llegar a una plaza y circular por ella es tarea de héroes. El mercado dice que el M2 en el centro es más caro. Entonces se decide construir en las zonas del casco urbano –céntrico- donde más se va a ganar en el precio. Esa lógica género los problemas y transforma en “no sostenibles” a las ciudades que antes producían progreso y por ello recibían el éxodo de personas desde las zonas rurales. No es solo las grandes ciudades de países subdesarrollados. Grandes metrópolis del primer mundo también tienen estos problemas aunque en muy menor grado. Pero entre nosotros el problema es urgente. Nuestros hijos no pueden jugar solos en la calle y deben formarse en una cultura del encierro. Esto no es progreso o bienestar. Las ciudades grandes son prisiones de cemento.
Teniendo presente que las urbes consumen el 75 % de los recursos naturales; que producen entre el 60 % y 80 % de las emisiones de GEI; y que para el año 2050 entre el 70 y 75 % de la población mundial vivirá en ciudades; países como los nuestros con grandes problemas de pobreza y marginalidad se deben plantar y proponer frenar la expansión de las ciudades grandes e insostenibles. Tenemos además una ventaja no utilizada: las grandes extensiones territoriales. Crear pequeñas ciudades / comunidades, y apoyar el crecimiento planificado y sostenible de las ya existentes es la estrategia para el presente / futuro. Obras de infraestructura y fomento de inversión privada en esos lugares. Siempre destaco el ejemplo de lugares como Magdalena. Una pequeña ciudad el sur de La Plata que visitandola da la sensación de estar a cientos de kilómetros. Allí la vida es lenta, sana, con espacios para criar niños y asegurar su desarrollo como personas más felices. Otra experiencia que siempre invoco es la del barrio Vauban en Friburgo, Alemania. Una comunidad de 5.000 personas –toda clase media- que construyeron y gestionaron un espacio para vivir en forma sostenible en todo sentido. Las viejas ciudades son de empresas y Estado. Las ciudades del siglo XXI son y deben ser de las comunidades.
Otra ventaja actual para elegir estos modelos de ciudades / comunidades es que el estadio tecnológico las favorece: comunicaciones con tecnologías de la sociedad de conocimiento y energías renovables. Estas son las herramientas básicas para estar integradas y no aisladas.
En los modelos de la sostenibilidad las comunidades en forma democrática y colaborativa pueden restablecer la idea de progreso y bienestar. El costo de vida y ahorro de ingresos es otra ventaja. Las ciudades no sostenibles obligan a gastos elevados de infraestructura, gestión y seguridad tanto para el estado como para las personas. En las ciudades sostenibles esos gastos son casi inexistentes y pueden generar un sistema circular en sus economías locales. Con esto último el ahorro de recursos sería enorme y la calidad de vida aumentaría en forma ostensible.
El progreso, el bienestar, y su subjetivación en los niveles de felicidad de las personas, ya no son un activo de las grandes urbes. Pero debemos saber que fuera de ellas, por suerte, hay una vida mejor esperando para nuestros hijos.