El viejo capitalismo que se apaga

29/06/2018 12:52 pm

Sergio R. Palacios

El capitalismo que conocimos hasta hoy -como el sol en el crepúsculo- lentamente se apaga. La configuración que definió el sistema durante el S.20 está cambiando frente a nuestros ojos. Hay tres elementos estructurales del sistema capitalista que están siendo sustituidos dando así nacimiento a una nueva configuración. El capitalismo sigue siendo capitalismo, pero sus cambios lo harán de aquí en adelante parecer un nuevo sistema aunque bajo la misma denominación. Hay un componente central que lo ha definido y por lo cual podemos seguir definiéndolo como hasta ahora: la propiedad privada de los medios de producción sigue vigente solo que la misma idea de propiedad también está viviendo su proceso de transformación. ¿Que está cambiando para que hablemos de un nuevo capitalismo y noción de propiedad? En primer lugar la competencia está siendo desplazada por la colaboración. Esta práctica se expande desde plataformas que permiten la interconexión de millones de personas para compartir ideas, conocimientos y procesos de creación: Moodle, Linux, Wikipedia,  YouTube, Facebook, son las más populares entre incontables sitios de acceso libre. Otro elemento que cambia al capitalismo y a la idea de propiedad es la desmaterialización. Este fenómeno de las redes y de las plataformas en internet brinda a los usuarios el acceso a aquello que antes solo se podía obtener adquiriendo en propiedad un bien. Para acceder a una película debíamos adquirir el DVD que la contenía. Ahora la película está en una plataforma a la que debemos acceder. Lo que importa es el acceso al servicio, no adquirir la propiedad de un bien. El acceso desplaza a la propiedad llevando a que muchos bienes –inmuebles, automóviles- la gente prefiera compartirlos en lugar de tenerlos bajo el señorío de exclusividad que la propiedad otorga. Airbnb que ofrece inmuebles para turistas y para alojamiento de personas; y el caso de BlaBlaCar en automóviles son unos entre muchos ejemplos. Cuando se quiere usar un bien, ahora buscamos el acceso no tenerlo en propiedad.

Finalmente, tenemos una novedad que es inherente a una nueva idea de capitalismo: la fusión de los roles de demandante y oferente en las personas. Es el cambio del concepto de consumidor que vivió separado del de productor. Hoy la irrupción de las energías renovables bajo la modalidad distribuida crea la figura del “prosumidor”. Las personas se convierten en inversores al adquirir tecnología como paneles solares para el propio hogar; generando así energía limpia para consumo del hogar y distribuyendo a la red la energía generada no consumida. Este cambio es lo que Rifkin llamo “La Tercera Revolución Industrial” (Grupo Planeta, 2011). Señala también en una obra posterior “La sociedad de coste marginal cero” (Paidos, 2014) que “… desde las entrañas mismas de la Segunda Revolución Industrial está surgiendo una plataforma tecnológica nueva y poderosa que acelera el final del capitalismo al acentuar su contradicción esencial. La unión de Internet de las comunicaciones con un Internet de las energía y un Internet de la logística incipientes en una infraestructura inteligente del siglo XXI perfectamente integrada -la llamada internet de las cosas o IDC- está dando lugar a una Tercera Revolución Industrial. El Internet de las cosas ya está aumentando la productividad hasta el punto de que el coste marginal de producir muchos bienes y servicios es casi nulo, y esos bienes y servicios son prácticamente gratuitos. El resultado es que los beneficios empresariales se están empezando a evaporar, los derechos de propiedad pierden fuerzas y la economía basada en la escasez deja paso, lentamente, a una economía de la abundancia…”. En síntesis, estamos asistiendo a cambios muy profundos que nos obligan a pensar si podemos mirar el futuro manteniéndonos aferrados a la cultura económica del S.20. Hay que mirar alrededor de nuestras vidas. Estos cambios no están ocultos sino que ocurren frente a nuestros ojos. Falta abrir la mente para comprender lo que vemos y aprovecharlo en la construcción de un futuro mejor. Por eso ahora cuando hablamos de capitalismo debemos preguntarnos ¿a que llamamos capitalismo? Equivocar la respuesta, podría significar equivocar el futuro.