28/06/2018 10:42 am
Sergio R. Palacios para El Bosque.
El sol comienza a caer en la cálida tarde de marzo. Llego a Magdalena para dar una charla sobre sustentabilidad como base de la economía y vida social. La cita es en un local frente a la plaza principal. Un manto de sombra es producida por los frondosos árboles que cubre el lugar, donde solo se escuchan conversaciones de parroquianos, niños jugando y pájaros.
La foto es perfecta para presentar mi charla. Sin embargo la situación era casi grotesca: yo un hombre de la gran urbe me dirigía a explicarles que es la vida sustentable a los habitantes de un pueblo con aire puro, vida social en las calles y plazas, con puertas y ventanas abiertas en cada casa.
Una vez más, a poco más de 30 minutos de la ciudad de La Plata, podía comprobar como con costos sustancialmente inferiores se podía tener la mejor calidad de vida. Invito a visitar un sábado o domingo el casco urbano y suburbano de Magdalena y mi tesis la verán corroborada.
Pero esto se repite a lo largo de todo nuestro país y también en el exterior. En Alemania, me había propuesto conocer una comunidad famosa por su calidad de vida: el barrio Vauban ubicado en la ciudad de Friburgo.
En los años 70 fue una base militar y hoy es un barrio planificado y consensuado en su forma de vida sustentable por sus 5.000 habitantes que generan su propia energía renovable. El futuro necesita de estos pequeños espacios como nuevas ciudades o barrios. Planificados para desarrollar una vida sana y sostenible donde cada generación pueda tener una vida mejor. Es fundamental esa cantidad de población para poder consensuar en forma eficiente el modo de vida del barrio. Este ejemplo ya podría ser imitado en el interior de nuestro país donde esa cantidad de habitantes es común. Y también debería ser la forma de planificar nuevos barrios en las zonas suburbanas de ciudades más grandes. No hay mucha diferencia entre Magdalena y Vauban u otros tantos lugares donde las comunidades pueden controlar su modo de vida y preservarlo.
Ambas buscan lo mismo: poder vivir tranquilos en ambientes sanos, caminar las calles lentamente, sin angustias urbanas, viendo a sus hijos felices sobre una bicicleta.
Las ciudades deberían gobernar su crecimiento con una mayor planificación de barrios que como Vauban –dentro de una ciudad más grande- puedan vivirse de un modo amigable.
Magdalena y Vauban, aun con un vasto océano y territorio separando una de otra, son un buen ejemplo para afirmar que: en un pueblo chico se puede construir bienestar grande.